El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, entró en el Capitolio vestido con su habitual camisa caqui, rodeado de acompañantes encorbatados y una abundante escolta de guardaespaldas. Le escoltaba el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries. El presidente de la Cámara y líder de la mayoría republicana, Kevin McCarthy, se encontraba en otro lugar del edificio.
Las diferencias entre los principales partidos estadounidenses no podían ser más marcadas en la visita del presidente ucranio a Washington, la segunda en nueve meses. De un lado, la Casa Blanca recibía al mandatario y a su esposa, Olena, con toda pompa en una ceremonia en su pórtico ―no en los jardines del sur, al no tratarse de una visita de Estado―, preludio a una larga reunión con el presidente Joe Biden, primero a solas y después rodeados de sus asesores, para tratar la situación del conflicto sobre el terreno y la ayuda militar, económica y humanitaria de Estados Unidos a Kiev. El Gobierno estadounidense planea un nuevo paquete de ayuda de 24.000 millones de dólares, pendiente de la aprobación del Congreso, y anunciaba nuevas ayudas militares y de defensa antimisiles durante el encuentro entre los dos presidentes.
En otra larga sesión, el Pentágono trataba con Zelenski las necesidades militares a corto y largo plazo, especialmente sobre la posible cesión de sistemas de misiles tácticos ATACMS, que Kiev asegura necesitar con urgencia para garantizar el éxito de su contraofensiva. Y en el Senado, de mayoría demócrata, el centenar de legisladores le acogía con honores para escuchar su apasionado llamamiento a que continúe la ayuda estadounidense en el conflicto.
Del otro lado, los republicanos ―con mayoría en la Cámara de Representantes― vetaban, según el medio digital Punchbowl News, que Zelenski pronunciara un discurso ante ambas cámaras del Congreso, como sí hizo en su anterior visita, en diciembre. Además, un grupo de congresistas de los conservadores enviaba una carta a la Casa Blanca, horas antes de la visita del líder ucranio, para pedir que Washington cierre el grifo de las ayudas al país.
“¿Cómo va la contraofensiva? ¿Están los ucranios más cerca de la victoria que hace seis meses? ¿Cuál es nuestra estrategia, y cuál el plan de salida del presidente? ¿Cómo define la Administración la victoria en Ucrania? Aprobar nuevos fondos sin conocer las respuestas a estas preguntas sería una dejación absurda de la responsabilidad del Congreso”, apuntan los legisladores.
Zelenski sí tenía previsto reunirse con McCarthy, Jeffries, presidentes republicanos de comités y legisladores de la minoría demócrata. Necesita apuntalar el apoyo de ambos partidos políticos en Estados Unidos, especialmente ante la perspectiva de una guerra larga y con elecciones presidenciales en noviembre de 2024, cuyo resultado puede cambiar el signo político en la Casa Blanca, ahora demócrata.
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“Sin ayuda, perdemos la guerra”
El mensaje del mandatario ucranio era similar en cada una de sus citas. Como ya hizo ante la Asamblea General de la ONU, en un discurso en persona el martes; Zelenski lanzó un llamamiento urgente a continuar la ayuda a su país en la guerra que libra contra la invasión rusa. Sin esa asistencia, asegura, Ucrania caerá y lo hará con consecuencias desastrosas para Occidente y todo su sistema de valores. “Zelenski nos ha dicho: ‘Si dejamos de recibir ayuda, vamos a perder la guerra”, indicaba el líder de la mayoría demócrata en el Senado, el demócrata Charles Schumer, tras la sesión plenaria de esta cámara con el presidente ucranio
Durante el primer año de la guerra, ese mensaje encontró oídos receptivos entre los legisladores estadounidenses, tanto republicanos como demócratas. Así, Estados Unidos ha enviado a Kiev cerca de 75.000 millones de dólares en sucesivos paquetes de asistencia militar, económica y humanitaria desde el comienzo de la invasión rusa en febrero de 2022. Pero después de que los republicanos lograran el control de la Cámara de Representantes, las tornas han cambiado.
Frustrados por lo que consideran escasos progresos en una guerra a la que no se le atisba el fin, el grupo de legisladores más a la derecha se presenta cada vez más reacio a aprobar nuevas partidas de ayuda a un país que consideran ajeno y que creen que ya ha recibido suficiente. Ese dinero, alegan, debería invertirse en Estados Unidos para beneficiar a ciudadanos estadounidenses.
Es una postura que no representa a todos los legisladores republicanos. En el Senado, el líder de ese partido, Mitch McConnell, es uno de los principales simpatizantes de la causa ucrania. Pero en la Cámara, que los republicanos gobiernan con una exigua mayoría, el ala dura tiene una influencia muy superior a su tamaño, por lo que el presidente conservador de la misma, McCarthy, no puede permitirse perder su apoyo. De hecho, su propio liderazgo está en juego, como le ha dejado muy claro el grupo ultraconservador: McCarthy se ha visto obligado a enmendar sus propias promesas y, ante la presión de esos legisladores, a iniciar un proceso de juicio político (impeachment) contra Biden sin someterlo a votación.
El siguiente reto para él llega la semana próxima, cuando el día 30 el Congreso debe aprobar la medida presupuestaria en la que se incluye la partida de 24.000 millones de dólares para Ucrania, o provocar el cierre de las agencias gubernamentales por falta de fondos. El ala dura republicana insiste en que no dará su visto bueno a esa asignación.
Grietas republicanas
McCarthy, según Punchbowl News, ya declinó esta semana una oferta de la Casa Blanca para que los legisladores recibieran una presentación confidencial del Pentágono y las agencias de inteligencia sobre la situación en Ucrania, similar a la que obtuvieron los senadores a puerta cerrada el miércoles. De ahí que el encuentro con Zelenski se presentaba tenso: “Tengo preguntas que hacerle: ¿Puede rendir cuentas sobre los fondos que ya le hemos entregado? ¿Cuál es su estrategia para la victoria?”, declaraba en vísperas de la reunión.
Incluso en el Senado, las grietas entre los republicanos son evidentes. El senador republicano de Misuri Josh Hawley aseguraba tras la sesión informativa confidencial: “Si hay un camino hacia algo que se pueda llamar una victoria, no oí hablar de él”. Sin embargo, su colega de bancada, el senador Lindsey Graham, subrayaba que “si uno estaba en esa presentación y salió creyendo que lo que hacemos en Ucrania no afecta a nuestros intereses de seguridad nacional en el mundo, es que literalmente tenía las orejas tapadas”.
El Gobierno estadounidense insiste en que mantendrá su asistencia a Ucrania “con todo lo que necesite y el tiempo que haga falta”. Pues considera que una derrota de Kiev tendría graves consecuencias contra sus intereses y los de sus aliados en el resto del mundo, algo que reiteraba Biden el martes en la Asamblea General de la ONU. Washington apunta, entre otras cosas, a una Rusia a las puertas de la Unión Europea. Pero también a China, al asegurar que Pekín vigila muy de cerca el comportamiento de EE UU en Ucrania, que percibe como una hoja de ruta a lo que ocurriría en el Pacífico en caso de ataque a Taiwán.
“Es un momento crítico, a la entrada del otoño”, apuntaba en una teleconferencia el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, tras las intervenciones de Zelenski y Biden ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York el martes. Según el alto cargo, “es fundamental que se apruebe la nueva partida de asistencia”. “Si crees que el coste de apoyar a Ucrania ya es alto, imagina lo desorbitado que será, en sangre y finanzas, si simplemente nos vamos y le dejamos [al presidente ruso, Vladímir Putin] tomar Ucrania. Entonces, el coste de defender la soberanía y la integridad territorial será bastante más caro en dinero y sangre, incluida sangre estadounidense”.
Las divisiones políticas estadounidenses y el riesgo de, cuando menos, retrasos en la aprobación de la ayuda llegan en momentos complicados para Zelenski. Además de una contraofensiva que no ha arrojado los resultados esperados hasta el momento, su disputa sobre la exportación de grano con algunos de sus vecinos europeos le ha acarreado el anuncio de Polonia ―hasta ahora su mejor aliado en la Unión Europea― de que dejará de enviarle ayuda militar.
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